martes, 11 de diciembre de 2012

Paz en Navidad
H. N.

Figura en el Evangelio según San Lucas, el que escribió aquel médico discípulo de Pablo en cuya obra, como alguna vez se dijera, se hermanan el júbilo por la misericordia de Dios y las penas de la humanidad doliente.

En Belén, ciudad de la casa y familia de David, nació Jesús en un pesebre. Había pastores en la misma región que velaban la vigilancia de las noches sobre sus rebaños.

Ese día, sobre ellos de pronto, apareció una multitud de ángeles: "Gloria de Dios en las alturas -cantaban- y paz en la Tierra para los hombres de buena voluntad".

Hace dos mil años que, en todas las Navidades, evocamos estos hechos: Belén, el nacimiento, los pastores. 

Y el canto de los ángeles vuelve para reposar nuestros corazones, para aliviar nuestros cansancios.

Paz para los hombres de buena voluntad.

Paz.

Un día llegará.

Se abrirán las vertientes más extensas del amor, levantaremos las manos hermanados unos y otros. Hermoso y pleno día que los ángeles anunciaban, y que a los hombres nos toca construir.

Porque si la gloria de Dios es un dato, algo dado por siempre y desde siempre, la paz en la Tierra es una tarea. Algo que sólo los hombres podemos hacer.



Mucho tiene que ver el derecho en esta tarea de construir la paz.

Allí donde el derecho reina, la paz florece, el hombre puede expresar el signo del bien sobre la  Tierra.

La creación artística, la investigación de la verdad, la formación espiritual, y hasta la misma plena comunión religiosa, necesitan de la paz.

El derecho la propone, la expresa, llena sus fundamentos de contenido moral.

Por eso el derecho es tan difícil de hacer y conservar.

Por eso tantas veces la ley lo escamotea, o las malas prácticas lo desfiguran.

Y por él claman los que tienen hambre y sed de justicia.

Es que en una desgarradora, intensa lucha cósmica entre el bien y el mal, el derecho es la buena respuesta de los hombres al problema del orden social.

El derecho es armonía de la paz, o, si se quiere, armonía a la que por la paz se llega.

No cualquier paz, sino aquella que brota de las conciencias, del reconocimiento y del respeto recíprocos.

En tiempos y lugares en los que las violaciones de derechos, el poder de la violencia y la violencia del poder rodean todo, la tarea de construir la paz de la Navidad sigue siendo una prodigiosa esperanza.

Pero la cantan los ángeles de todos los tiempos, y la presiente nuestro corazón, como una hermosa, añorada mañana.

En un mundo en el que la violencia y el poder agreden día a día, en el que la opresión, la carrera por las armas, las desigualdades sociales, las torturas, el terrorismo, los tiranos, laceran la imagen y semejanza que con Dios el hombre guarda, el canto de los ángeles de la Navidad resuena también como una queja.